El trasplante de médula ósea es uno de los tratamientos más
arriesgados en medicina. Entre un 10 y un 40% de las personas que lo
reciben no sobreviven al mismo. Sin embargo, es un aliado en el
tratamiento frente al cáncer y, como último recurso, ha conseguido "curar" el SIDA a una persona y remitir la enfermedad de Crohn en otras.
La médula ósea es una conocida fábrica de células madre adultas.
Estas células, al contrario que las células madre embrionarias, no
tienen la capacidad para convertirse en cualquier tipo de célula. En su
lugar, son capaces de formar muchos de los componentes que se
encuentran nuestra sangre: Glóbulos rojos, plaquetas y los glóbulos
blancos, en un proceso que llamamos hematopoyesis. Estos componentes de
la sangre van renovándose constantemente ya que tienen una vida media
bastante corta. Si un día nuestra médula dejara de funcionar, no
aguantaríamos mucho pues el déficit de estas células nos llevaría a
hemorragias, infecciones y/o anemias que nos terminarían llevando a la
tumba.
Aunque pudiera parecer lo contrario, no encontramos médula ósea,
productora de células madre, en todos los huesos. Sólo en aquellos
huesos que poseen médula ósea roja como la pelvis, el esternón, huesos
largos, costillas... Su extracción es relativamente sencilla y basta utilizar una gran aguja (eso sí, sus dimensiones asustan) acoplada a una gran jeringa.
Normalmente, suele ser la pelvis o el esternón el hueso escogido para
extraer la médula ósea (es de fácil acceso) y el proceso suele hacerse
con anestesia general o local.
Pese a que la donación de médula ósea es un proceso muy seguro, las
tornas se cambian cuando nos referimos a la recepción del mismo. Como
todo trasplante (exceptuando el trasplante propio), tiene un riesgo presente de rechazo.
Es decir, el receptor puede reconocer la médula ósea como algo extraño
y su sistema inmunitario lo ataca (reacción huésped contra injerto).
Pero es que además, la médula ósea (como productora de glóbulos blancos
implicados en el sistema inmunitario) puede actuar atacando a los
tejidos del receptor (reacción injerto contra huésped). Por eso resulta
importantísimo que el donante y el receptor sean compatibles en
tejidos. El complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) es el carné de identidad inmunitario de cada uno de nosotros.
Conforme más parecidos en HLA sean dos personas, mayores probabilidades
habrá de que el sistema inmune del receptor y de la médula ósea del
donante se consideren "amigos".
¿Qué utilidad tiene el trasplante de médula ósea?
El trasplante de médula ósea hacia uno mismo (autotrasplante) lleva utilizándose desde hace mucho tiempo en algunos tipos de cáncer como las leucemias y los linfomas.
En estas enfermedades hay una producción exagerada y anormal de
glóbulos blancos. La quimioterapia suele dar muy buenos resultados
frente ambas, especialmente en las leucemias donde las probabilidades
de curación son muy altas.
Sin embargo, la quimioterapia tiene un gran problema, no es nada selectiva.
De la misma forma que ataca a las células cancerosas, también ataca a
células que se dividen rápidamente entre las que encontramos las
células de la médula ósea. A veces, el tratamiento con quimioterapia
(más otro tipo de terapias) es suficiente para erradicar al cáncer sin
preocuparnos por el daño hacia el resto de células. Pero, otras veces,
para erradicar el cáncer se necesita un tratamiento "de choque"
quimioterápico en el que la médula tiene muchas papeletas de ser
destruida. ¿Qué es lo que hacemos? Extraemos una gran cantidad de
médula ósea sana del paciente y la almacenamos antes de ir a por todas
con la quimioterapia.
Con la médula ósea a buen recaudo, iniciamos el potente tratamiento
quimioterápico. Si hay suerte, el cáncer remitirá o desaparecerá, a
cambio el paciente quedará con una médula ósea destrozada. Pero no hay
problema, porque cuando haya pasado la quimioterapia
volveremos a aportarle su médula ósea que se asentará, reproducirá y
volverá a crear las células presentes en la sangre. Como la médula ósea que se le ha aportado es la suya propia, no hay problemas de rechazo.
A veces, no es posible utilizar la propia médula ósea del paciente y
tenemos que acudir a familiares (u otras personas HLA compatibles) para
que sean ellos los que le donen la médula ósea sana que permita al
paciente sustituir su médula dañada tras la quimioterapia. En estos
casos, sin embargo, tenemos el riesgo del rechazo.
El trasplante de médula ósea también es muy importante para aquellos
que, por diversas enfermedades, la suya propia deja de funcionar o
funciona mal.
¿Cuáles son los riesgos del trasplante de médula ósea?
Hay que tener en cuenta que entre que se produce el tratamiento
quimioterápico y se aporta la médula ósea y esta comienza a funcionar
hay un periodo de tiempo en el que paciente es muy sensible a
infecciones y a varios problemas sanguíneos por lo que no es un
tratamiento exento de riesgos. De hecho, es debido a este periodo de
vulnerabilidad el que hace que un trasplante de médula ósea tenga un
riesgo de muerte relativamente elevado que limita su aplicación a casos
muy concretos y necesarios. Además, el tratamiento quimioterápico
también puede dañar los órganos o tejidos, siendo éste otro riesgo. El porcentaje de mortalidad puede variar entre un 10 a un 40% dependiendo de los factores asociados
(tipo de trasplante, compatibilidad, enfermedad del paciente, etc...).
En trasplantes no propios tenemos, además, el riesgo añadido del
rechazo.
fuente: www.soitu.es