La radiación causa cáncer

¿Causa cáncer la radiación ionizante?

Se ha demostrado que la radiación ionizante es un carcinógeno humano (agente que causa cáncer). La prueba de que la radiación causa cáncer proviene de estudios con sobrevivientes de bombas atómicas en Japón, personas expuestas durante el accidente nuclear de Chernóbil, personas tratadas con altas dosis de radiación por cáncer y otras enfermedades y personas expuestas a altos niveles de radiación en el trabajo, tales como los mineros de uranio.
La mayoría de los estudios sobre radiación y riesgos de cáncer han tomado en cuenta a personas expuestas a dosis de radiación muy altas en los entornos anteriormente mencionados. Es difícil medir el incremento mínimo de riesgo de cáncer que podría surgir de niveles de exposición a la radiación mucho más bajos. La mayoría de los estudios no han podido detectar un mayor riesgo de cáncer en personas expuestas a bajos niveles de radiación. Por ejemplo, las personas que viven a gran altura, que están expuestas a mayor radiación de fondo natural de rayos cósmicos que las personas que viven a nivel del mar, no tienen tasas notablemente más altas de cáncer .
Aun así, la mayoría de los científicos y agencias reguladoras acuerdan que hasta pequeñas dosis de radiación ionizante pueden aumentar el riesgo de padecer cáncer, aunque sea en una muy pequeña proporción. En general, el riesgo de padecer cáncer por exposición a la radiación aumenta según aumenta la dosis de la misma. Del mismo modo, cuanto más baja es la exposición, menor es el incremento en el riesgo. Sin embargo no existe un umbral debajo del cual se considere que la radiación ionizante es completamente segura.
Aunque la exposición a la radiación afecta la incidencia de varios tipos de cáncer, no se afecta su agresividad (tendencia a crecer y propagarse).
Origen de las radiaciones no ionizantes
Los campos electromagnéticos son fenómenos naturales; las galaxias, el sol, las estrellas emiten radiación de baja densidad, y en la atmósfera existen cargas eléctricas que generan campos magnéticos a los que estamos sometidos permanentemente, y que se hacen mucho más intensos, por ejemplo, durante las tormentas eléctricas.

Efectos biológicos
La radiación de alta frecuencia y las microondas provocan vibraciones moleculares, produciendo calor --de ahí su empleo doméstico e industrial--, con lo que pueden producir quemaduras a partir de una determinada cantidad de radiación absorbida.
La radiación de frecuencias extremadamente bajas se consideraba inocua. Está demostrado, sin embargo, que puede producir cambios eléctricos en la membrana de todas las células del cuerpo, alterando los flujos celulares de algunos iones, sobre todo el calcio, lo que podría tener efectos biológicos importantes. Así, se han publicado múltiples estudios en las últimas dos décadas, citando una posible relación de los campos electromagnéticos de baja energía con el origen de determinados cánceres, sobre todo leucemias. También se han intentado relacionar con alteraciones del aparato reproductor, neurológico y cardiovascular, y con malformaciones fetales.
radiaciones electromagnéticas y cáncer
Aunque es indudable que ejercen efectos biológicos, el papel de las radiaciones no ionizantes como agentes cancerígenos es polémico. Se piensa que, en todo caso, actuarían como promotores tumorales, con escaso o nulo poder inicial para convertir genes normales en oncogenes. En muchos trabajos se ha determinado un mayor riesgo relativo de leucemias, tumores cerebrales y otros cánceres en sujetos que residen en las proximidades de las líneas de alta tensión y entre distintas poblaciones expuestas profesionalmente. La sospecha de asociación más firme se ha establecido con las leucemias infantiles.

Sin embargo, los estudios son contradictorios, sobre todo por la dificultad de medir la exposición a la radiación no ionizante y los métodos epidemiológico-estadísticos usados. Así, existen múltiples trabajos en sentido contrario. Desde el punto de vista de la salud pública, se piensa que hay que considerar estos hallazgos como serias advertencias sobre los potenciales efectos adversos de la radiación no ionizante; si bien, ante la falta de evidencia definitiva, la única recomendación podría ser la de "evitación prudente".